Ubicación

Está situado al suroeste de la provincia de Badajoz, a mitad de camino entre Olivenza y Jerez de los Caballeros, sobre un ámbito dominado por las sierras de las Puercas y la Cobana, ocupando el seno que en ese punto forma la rivera de Táliga.2​

Limita al norte con Olivenza, al sur con Villanueva del Fresno, al este con la vecina Táliga e Higuera de Vargas, y al oeste con Cheles y con Portugal, de la que le separa el río Guadiana. Pertenece a la comarca de Llanos de Olivenza y al partido judicial de Olivenza. En la localidad se encuentra en el cerro de Miraflores el castillo de Alconchel.

Datos locales

Tipo de entidad: Villa

Superficie término: 294,9 km2

Altitud: 296 m.

Distancia a la capital: 45 Km.

Partido judicial: Olivenza

Comarca: Llanos de Olivenza

Habitantes: 1644 (año 2022)

Gentilicio: Alconcheleros/as

HISTORIA

Los trabajos arqueológicos desarrollados en los márgenes del río Guadiana a consecuencia de la construcción de la presa portuguesa de Alqueva, han dado de sí el hallazgo de una serie de importantes yacimientos arqueológicos que desenmascaran el origen prehistórico de Alconchel. Los grabados encontrados en el área en torno al denominado Molino Manzánez del término municipal de Alconchel coincidiendo con la orilla del río Guadiana han permitido encontrar debajo de una capa de limos y líquenes, una amplia muestra de representaciones artísticas de los primeros pobladores de Extremadura. Los grabados realizados en su mayoría sobre superficies lisas subhorizontales, patinadas en color gris negruzco o rojo castaño, se corresponden con una tipología donde están representadas líneas, zig-zags, escaleriformes, peines, ramiformes, rectángulos, triángulos, círculos, reticulados, zoomorfos y antropomorfos, entre otros. Todos fueron realizados con el uso de dos técnicas: el grabado filiforme y el grabado piqueteado. Actualmente se les concede una cronología a los grabados que se extiende desde el Paleolítico Superior, con lo que podemos ya remontar el origen de Alconchel a los primeros pobladores de Extremadura.

Posteriormente se han documentado algunas evidencias que apuntan a la presencia de algún tipo de asentamiento coincidiendo con el auge del fenómeno megalítico en la región, como lo demuestra la presencia documentada de dólmenes y mehires en el término de Alconchel; no es de extrañar, dada la abundante presencia de los mismos en los cercanos términos de Barcarrota, Almendral o incluso Cheles.

De otras épocas como el Calcolítico parece documentarse algún tipo de ocupación en el Cerro de Miraflores actual enclave de ubicación del castillo del mismo nombre. De todos es conocida la ocupación por parte de los llamados “Célticos de la Beturia”, estrechamente vinculados con los célticos portugueses, de la mitad occidental de la actual provincia de Badajoz, un poblamiento encaminado al control de las adehesadas cuencas de los ríos Ardila, Alcarrache y Guadiana y a la explotación de los abundantes filones férricos del sudoeste de Badajoz, siendo máximo exponente de ello el propio cerro de Miraflores que hubo de contar con un tipo de poblamiento característico de estos hombres. De esta época todavía se aprecian elementos ciclópeos como base defensiva que han sido aprovechados como cimentación de algunos tramos de las murallas del castillo.

Este lugar adquirió gran importancia para sus pobladores no solo por su lugar estratégico, en alto, que garantizaba su defensa, sino también por su riqueza de mineral. Por este motivo los romanos, siempre atentos, no dejaron escapar el aprovechamiento de la zona del cerro de Miraflores y del cercano cerro de la Herrerías que se convirtieron en una gran área de riqueza. De este poblamiento romano dan fe las lápidas sepulcrales con inscripciones latinas, alguna encontrada en las laderas del castillo, algunas monedas y un sarcófago aparecido en la villa, todo datado en torno a los siglos II-III d.C.

La posterior ocupación del territorio por parte de los visigodos sería escasa y tan solo se atestigua su presencia a partir de algunos restos de columnas visigóticas y algunas monedas hispanorromana.

Durante el reinado del gran emir Abd – Al – Raman II (822 – 852) se construyó una fortaleza para la defensa del territorio ante las incursiones del rey de León por toda Extremadura. En el 1016 se funda en la capital la dinastía Aftasí por Al-Aftás descendiente de la tribu beréber de Miknasa quien desde el comienzo de su reinado se preocupó por reparar y ampliar la fortaleza de Alconchel pues su reinado pasó por numerosas guerras fronterizas con los reyes de Sevilla, Carmona y Córdoba.

Tras la ocupación árabe, hacia 1166 es cuando el temido Giraldo Sempavor, alférez del rey portugués don Alfonso Enríquez, comienza sus ataques contra las posesiones árabes de la misma. De ello da cuenta el cronista musulmán Ibn Sahib Al-Sala y explica con detalle cómo se conquista con las tropas del “perro Giraldo” los puntos fuertes de Beja en 1162, Trujillo y Évora en 1165 y Cáceres, Montánchez, Serpa y Jurumenha en 1166, esta última “para atacar desde él a Badajoz y hacer daño a los musulmanes de ella”. Al poco tiempo los portugueses conquistaron Morón y Alconchel:

“…en el año 1166 Giraldo de sobrenombre Sempavor, aprovechando la noche conquisto la ciudad de Évora. El conquistador y sus compañeros se la ofrecieron al Rey D. Alfonso. Al poco tiempo él mismo atacó tomando Morón, Serpa, Alconchel y el castillo de Coluchio…”

La conquista fue realizada a la manera de Giraldo, a traición y por la noche y no fue un hecho casual, sino que está dentro del proceso de conquista de lugares próximos a Badajoz para la posterior conquista de la misma. Ante la evolución de los acontecimientos y en vistas de que Giraldo había adquirido un gran número de fortalezas con un marcado carácter ofensivo, pues su intención era atacar desde ellas la Badajoz almohade, en 1170 tuvieron que intervenir en la Frontera tanto los poseedores de Badajoz como Fernando II de León.

La intervención de Fernando II se vio motivada por el hecho de que fuera conquistada Badajoz y que se le cortase la expansión de su reino hacia el sur por parte de los portugueses. De este modo vence a los portugueses y firma un acuerdo con el caudillo musulmán, como medio de mantener sus posesiones frente a Portugal, en el que se contemplaba que Badajoz era dejada a los Almohades a cambio de que el resto de fortalezas próximas a la Frontera siguieran en manos leonesas. El monarca leonés cede las fortalezas que había adquirido en el acuerdo con los Almohades a la Orden de Santiago, cuyos primeros bienes, a parte de un molino y un huerto en Astorga, serán Cáceres, Almofrag y Alconchel.

Adelantándose a la más que previsible acción de Fernando II, el caudillo Almohade Abu-Yacub en 1174 ataca el espacio leonés conquistando una serie de fortalezas de la Frontera como la de Alconchel, hasta que es Alfonso IX quien se hace con la zona.

En un principio, Alfonso IX divide el territorio extremeño próximo a la Frontera de norte a sur entre la Orden de Alcántara, el Concejo de Badajoz, la Orden del Temple y el Concejo de Sevilla. Los Templarios recibieron los castillos de Alconchel, Burguillos y Valencia del Ventoso en torno al 1230 de manos de Fernando III para la repoblación del territorio. Los Templarios formaron en Jerez un bailato de la Orden, en el que se incluía Alconchel, dotándolo del Fuero de Bailío bajo el cual aun se encuentra a la villa. Hasta 1312 que se disuelve la orden, la labor llevada a cabo por la misma se encaminó a la edificación o reedificación del castillo de Alconchel, intentaron atraer pobladores a la zona y aprovecharon los recursos de la misma.

En 1311 el castillo de Alconchel pasó a manos del rey portugués don Denís a cambio de un préstamo al monarca castellano don Fernando IV de 13.600 marcos de plata que le eran necesarios a este último para la Guerra de Granada. Don Denís tuvo como hijos a don Pedro y a don Alonso Sánchez, al que se le atribuye la posesión de San Felices de los Gallegos y Alconchel; Alonso Sánchez estaba casado con doña Teresa Sánchez, una de las hijas de don Juan Alfonso de Alburquerque, y ambos eran titulares de la mitad de la villa de Alburquerque; la otra hija de don Juan Alfonso era doña Violante Sánchez casada con don Martín Gil de Sousa conde de Bracelos, titulares de la otra mitad de dicha villa. Alonso Sánchez, interesado por la villa de Alburquerque, utiliza San Felices de los Gallegos y Alconchel como objeto de permuta por la otra mitad de dicha villa de Alburquerque; Alconchel estará en manos de don Martín Gil en 1313, pero como su matrimonio con Violante no dejó herederos, Alconchel junto con Azagala pasaron de nuevo a don Alonso, el cual logró incorporar también a sus dominios la fortaleza de Medellín; todos los bienes de Alonso pasaron a su único hijo Juan Alfonso de Alburquerque que consiguió ser Alférez mayor de Alfonso XI y gracias al favor real intentó utilizar Alconchel para ampliar su patrimonio junto al núcleo.

El patrimonio adquirido por Juan Alfonso pasó a su hijo Martín Gil en 1354 quien muere, al parecer envenenado, sin descendencia en 1365 pasando todos estos bienes y señoríos a don Pedro I que los incorpora a la Corona por un año, ya que en 1366 don Enrique los entrega a don Sancho, conde de Ledesma y Alburquerque. Alconchel por su parte, en manos de don Sancho desde 1366, pasa a su hija doña Leonor de Alburquerque (“La Rica Hembra”) en 1374. Doña Leonor cede en 1418 el castillo de Alconchel a su hijo el infante don Enrique, futuro maestre de Santiago. El castillo de Alconchel sería confiscado a D. Enrique, ya Maestre de Santiago, y entregado a D. Juan de Sotomayor, Maestre de Alcántara, a quien el rey Juan II había encomendado la jefatura de la lucha contra los infantes en Extremadura en 1430. Los bienes de don Juan de Sotomayor pasaron de nuevo a la corona, entre ellos el castillo de Alconchel, aunque no sin antes haber alguna disputa por su posesión ya que en el mes de enero de 1433 se rebeló la viuda de don Fernando de Soto, sobrino del maestre don Juan de Sotomayor, con Alconchel; el rey Juan II envió hacia Alconchel a Payo de Ribera, señor de Malpica, que la tomó por trato.

Sin embargo, en 1440 todas las antiguas posesiones de los infantes de Aragón por el sur de Extremadura volverían a los rebeldes ante la derrota del rey Juan II y D. Álvaro de Luna en una nueva oleada de ataques de los rebeldes; el castillo de Alconchel pasó de nuevo a manos de los rebeldes hasta 1445 cuando se pone fin a la guerra civil entre los partidarios de los rebeldes y la corona (había comenzado en 1442) en la Batalla de Olmedo. Después de esta batalla el propio rey se acerca a Badajoz para dar posesión de varios lugares a los que habían colaborado con él en la guerra.

De esta manera en 1445 el rey entrega la fortaleza de Alconchel a D. Gutiérrez de Sotomayor, Maestre de Alcántara, como premio a su eficaz colaboración en la Batalla de Olmedo pero el Alcaide de la fortaleza no quiso entregárselo al maestre, quizás por que quería una recompensa igual a la que había recibido el alcaide de Alburquerque por entregar dicha villa, y Juan II ordenó al Señor de Feria, D. Lorenzo Suárez, que se apoderara del castillo. Cuando este se disponía a cumplir la misión encomendada con una hueste de 60 jinetes y 200 ballesteros, el rey le ordena reunirse con el Comendador Mayor de la tierra de León y llevando solo 30 lanzas, marchar a Alconchel donde debía esperar la llegada del rey. El propio rey estuvo pues en Alconchel y ante su presencia el Alcaide de la fortaleza se rindió, sobre todo porque el rey aceptó entregar cierta cuantía de maravedíes en lanzas, algunos de por vida y el resto en juro de heredad y D. Gutiérrez de Sotomayor pudo tomar posesión del Castillo de Alconchel.

El Castillo de Alconchel será entregado más tarde al segundo de los hijos del Maestre D. Gutiérrez, Juan de Sotomayor, quien se casa con Dña. Juana Manrique, hija de D. Lorenzo Suárez de Figueroa, primer conde de Feria. Con el señorío que se le había cedido por parte de su padre se formará un Mayorazgo independiente del de Belalcázar.

En mayo de 1642 el ejército portugués comienza sus correrías por tierras de la provincia de Badajoz siendo sus primeros objetivos las fortificaciones de la Frontera. Las tropas portuguesas al mando del general Francisco de Melo intentaron atacar en primer lugar el castillo y la villa de Alconchel pero ante la dificultad del hecho deciden hacerse primero con Cheles la cual cercan y atacan obligando a sus defensores a refugiarse en un fortín.

Alconchel era en estos años el centro principal de defensa dado su poderoso castillo e incluso sus milicias se ocupaban de defender otros lugares en ayuda de los vecinos de otros pueblos como es el caso de la defensa de Cheles en 1642; aun así Cheles es ocupada por las tropas portuguesas ese mismo año a pesar de atrincherarse tanto los cheleros como los alconcheleros en la iglesia del pueblo, muy próxima al castillo de la villa lo que hizo que incluso los portugueses tuvieran clemencia.

Tras este primer ataque, en 1643 las tropas portuguesas al mando de don Matías de Alburquerque realizan nuevas incursiones por Castilla atacando en primer lugar la zona fronteriza; en esta Frontera deciden atacar primero el lugar más fuerte y este no era otro que Alconchel donde sus vecinos se hicieron fuertes en el castillo. El castillo y la villa de Alconchel estaban defendidos por dos compañías de infantería y 30 hombres a caballo pero a pesar de ello tuvieron que rendirse y el pueblo que era del Marqués de Castro Fuertes don Juan Meneses de Sotomayor, fue tomado por las tropas portuguesas.

Durante los años posteriores la actividad bélica en las tierras de Frontera continuó hasta el fin de la Guerra de Restauración extendiéndose de dichas tierras hacía el este con lo que todas las fortificaciones del Estado de Feria fueron también afectadas por el conflicto.

El castillo de Alconchel se convirtió en el centro neurálgico de las operaciones portuguesas para la salvaguardia de las tierras al sur y al este de la Frontera ya que en el norte de la misma tenían la plaza fuerte de Olivenza.

En 1661 se conquista definitivamente el castillo de Alconchel a los portugueses por las tropas castellanas gobernadas por don Juan de Austria dado su importancia para la posterior conquista de las tierras del Estado de Feria y la Frontera como queda puesto sobre escrito en la Relación verdadera de la toma y combate del castillo de Alconchel en 1661. Como consta en el documento parece ser que fueron necesarias unas tropas compuestas por Tercios de Infantería de aquellos parajes, un buen número de miembros de la Caballería del Ejército de Extremadura, cuatro Tercios de Infantería Española, un Tercio de Napolitanos, un tercio de Lombardos, un Regimiento de Alemanes junto con un gran número de pertrechos de Guerra entre los que destacaban dos medios cañones y dos cuartos. En el mismo documento se detallan las acciones bélicas para la conquista de la plaza y se dice:

“Es este castillo de suma importancia para cubrir el Estado de Feria, y con el se quitó una grande ladronera a los rebeldes, los cuales le tenían muy fuerte, que además de serlo por naturaleza, le avia añadido el arte su recinto, muralla terraplenada, y torre de omenage en medio”.

Las fortalezas que sirvieron a los portugueses fueron ampliadas y adaptadas a la nueva artillería y el resto quedaron casi derruidas: al castillo de Alconchel se le añadió un muro exterior que constituyó una entrada en recodo adaptándose a los terraplenes del Cerro de Miraflores.

Desde finales de esta guerra, el castillo de Alconchel se convierte en centro de seguridad de toda la campiña entre el Guadiana y Sierra Morena pues siguió manteniendo en pleno siglo XVIII un emplazamiento y una estructura muy estimada sobre todo en este siglo en que cobró importancia también el denominado Puerto de Alconchel. Era importante su situación para la defensa del entorno de Badajoz y por su cercanía a la plaza de Olivenza.

Por todo ello Alconchel va a contar con Compañías de Milicias Urbanas durante el siglo XVIII compuestas por soldados del pueblo desde 1750 lo que hacía que los jóvenes de Alconchel no tuvieran que incluirse en suerte para el reemplazo del ejercito.

A principios del siglo XIX todas las fortalezas de la mitad oeste de la provincia van a seguir manteniendo un papel primordial para la defensa de nuestra tierras como así será en la guerra contra los franceses.

Ya en 1801 el castillo de Olivenza pasó a los españoles merced a los enfrentamientos contra los portugueses; las tropas españolas al mando de Godoy conquistan en pocos días algunas de las fortalezas portuguesas de Frontera entre ellas Olivenza. Pero sin duda fue durante la Guerra de la Independencia desde 1811 cuando estas fortalezas vuelven a tener interés para los ejércitos en contienda ya que en ellas se volverán a librar un gran número de batallas.

El Castillo de Feria fue una de las fortalezas que entró en el juego de la guerra como así lo confirma la destrucción de gran parte del mismo incluido el interior de su impresionante torre del homenaje o las viviendas situadas en su torno.

El castillo de Alconchel fue tomado a finales de Enero de 1811 con las tropas al mando del general Gazán. La población intentó hacerse fuerte en el castillo al amparo de los tres cañones presentes en su baluarte, pero tuvo al final que rendirse y el pueblo pasó a manos francesas, hasta Abril, mes en el que los franceses abandonan la villa ante la presencia de tropas aliadas en Olivenza aunque en junio vuelven a entrar para quedarse hasta 1812 que acaba la presencia francesa en España.